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Los barones del PSOE temen la «actitud dictatorial» que Sánchez demostró en el cambio de ministros

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez.
Joan Guirado

La autoridad impuesta por Pedro Sánchez en el liderazgo del PSOE es incuestionable. Tanto que prácticamente nadie se atreve a levantar la voz. El golpe de efecto que perpetró hace unas semanas con la sustitución de la mitad de los ministros socialistas, dejando fuera del Gobierno a sus colaboradores más cercanos, ha dejado claro que para Sánchez el único imprescindible es él.  Esa «actitud dictatorial» –expresión utilizada en el círculo de un barón socialista– que está imponiendo en sus equipos, tanto en Moncloa como en Ferraz, hace temer a más de uno que acabe por dinamitar el partido internamente a medio plazo.

Varios miembros del Comité Federal socialista, consultados por este periódico, reconocen su «desazón» por la deriva que está cogiendo el PSOE con Pedro Sánchez al frente. Todos descartan, por ahora, que se pueda volver a producir una situación como la de 2016, en la que los críticos obligaron al ahora presidente a presentar su dimisión, tras la marcha de la gran mayoría de los dirigentes del partido. La clave de que eso no se pueda producir a día de hoy, señalan, es «porque no hay nadie capaz de plantarle cara». «O los ha echado o los ha recompensado con cargos nuevos», añaden. La próxima podría ser Susana Díaz, si le acaba nombrando portavoz en el Senado.

Una de las cosas que le reprochan al secretario general desde diferentes federaciones es «la constante renovación de sus equipos». Según estos dirigentes del PSOE, esto «no es más que un signo de debilidad interna, cambiando a colaboradores para que nadie le pueda hacer sombra». Pero eso, añaden, tiene consecuencias negativas para la formación a medio plazo. Si Sánchez perdiera hoy La Moncloa en unas eventuales elecciones, «no hay recambio» en el liderazgo. Ni Adriana Lastra ni Santos Cerdán lo son. Sin ningún perfil potente cerca del presidente, si se viera obligado a dimitir, «el partido quedaría muy tocado durante un largo tiempo». Pero Sánchez pretende resistir diez años, aunque eso ponga los pelos de punta a más de uno.

Prueba de fuego en las autonómicas

Varios barones autonómicos, como el aragonés Javier Lambán, el manchego Emiliano García-Page o el valenciano Ximo Puig, miran con preocupación los movimientos de Pedro Sánchez. Los tres supieron que dirigentes socialistas de sus territorios iban a ser ministras poco antes de hacerse público su nombramiento. Pero el presidente no les consultó antes de ofrecerles el cargo a Pilar Alegría, Isabel Rodríguez y Diana Morant. En el PSOE consideran que «era un toque de atención» del jefe del Ejecutivo a todos los presidentes regionales que no le siguen el juego. Y que, cuando pueda, los jubilará en beneficio de Alegría, Rodríguez y Morant.

Pilar Alegría es la que tiene más fácil dar el salto en las próximas elecciones, lo que sumado a la candidatura de Juan Espadas en las andaluzas y la de Hana Jalloul en Madrid, pondrá a prueba la capacidad de resistencia y resiliencia de Sánchez al frente del Partido Socialista. Un mal resultado en estos tres territorios, como pronostican los sondeos -en Andalucía y Madrid-, podría resucitar viejos fantasmas en Ferraz. Y luego, aseguran dirigentes del PSOE, «igual sí habría motivos para mover la silla a Sánchez». En su entorno no descartan hacer coincidir las elecciones generales de 2023, avanzándolas seis meses, con las autonómicas y municipales, para mitigar el fracaso de sus apuestas personales.

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